domingo, 29 de marzo de 2015

George Best: 'El Quinto Beatle'


'Gasté mucho dinero en mujeres, alcohol y coches de carrera. El resto simplemente lo desperdicié.' George Best.

Solo dos palabras que vienen al mismo tema son capaces de entrelazarse entre si y dar un resultado perfecto. Mezclamos trabajo duro y éxito, concentración y buenos resultados, y todas ellas nos dejan combinaciones que concuerdan. Sin embargo, aquel 22 de mayo de 1946 vendría al mundo el hombre que cambiaría esta logística pura del deporte. Acababa de nacer George Best.

Hijo de Anne Withers y Dickie Best, creció en Belfast (Irlanda del Norte), en un pequeño lugar llamado Cragagh. Desde edades tempranas se interesó por el deporte, en concreto por el rugby, una disciplina que lo llevaría a tener que abandonar los estudios después de que en 1957 fuera premiado con un viaje de estudios al Grosvenor Grammar School. George nunca tuvo en su mente el estudiar, y muy a pesar de que tenía un talento innato, se centró en desarrollar sus habilidades deportivas en el equipo de rugby de su ciudad. Por suerte, tras varios años de prácticas en este deporte, el primero de los hijos de la familia Best hizo valer su apellido en otra modalidad. Fue aceptado en el Lisnasharragh Secundary School, un lugar en el que se decantaría por el fútbol y en el que aprendería a desarrollar todo su potencial por completo.

A sus 15 años, uno de los ojeadores del Manchester United (Bob Bishop) envió un telegrama a Sr. Matt Busby con un mensaje muy claro: 'Creo que he encontrado un genio'. Por desgracia, tras firmar el contrato con el club gracias a Joe Armstrong, el joven se sintió demasiado presionado al quedar tan lejos de su vivienda, aliciente que le provocó que volviera a Irlanda del Norte con la posibilidad de ser fichado más tarde. Con el paso del tiempo, tuvo la sangre fría y tomó la decisión de volver a Manchester para pasar dos años en el conjunto amateur, no llegando su debut profesional hasta el 14 de septiembre de 1963 en un enfrentamiento ante el West Bromwich Albion en el que su equipo ganaría 1-0. Más tarde, el 28 de diciembre tocaría techo y anotaría su primer tanto ante el Burnley (5-1) en Old Trafford, llevándole esto a que su entrenador (Matt Busby) lo dejara en el conjunto principal y optara por sus servicios hasta en 26 ocasiones esa temporada, en las cuales dejaría un total de 6 goles además de ganar la FA Youth Cup con las categorías inferiores.

El enorme Best iba creciendo poco a poco. Sus compañeros lo apoyaban en todo y en los 59 partidos que disputó la campaña 64-65, contribuyó con 14 goles, incluyendo el importante tanto al Liverpool en 'El Teatro de los Sueños' durante la FA Charity Shield. A raíz de ello, la habilidad que mostraba en cada momento parecía caída del cielo. Cada rival que intentaba hacerle frente era esquivado por él cuando decidía lanzar una finta o amagar el pase. 'Bobby' Charlton y Denis Law componían la orquesta junto al enorme portento que tan solo vestía 18 años de edad. Por suerte, su cumbre estaba muy cerca, ya que el 9 de marzo de 1966, se haría el auténtico dueño del Estádio Da Luz marcando dos tantos al impresionante Benfica de Eusébio. Todos los diarios portugueses hablarían de tal hazaña, catalogándole como 'O Quinto Beatle' (El quinto Beatle), debido al éxito que atesoraba el grupo inglés durante aquellos años. Una lesión el 26 de marzo de 1966 por una entrada muy dura de un jugador que militaba en el Preston North End lo apartó de los terrenos de juego durante gran parte del tiempo, sin embargo, continuó jugando hasta que el 13 de abril del mismo año puso fin a la temporada en el encuentro celebrado en el Partizan Stadium en el que se derrotaría al Partizan de Belgrado por 2-0. Su retirada hasta septiembre no le privaría de apuntarse su primer trofeo liguero al alzarse el Manchester United meses después.



La campaña 1966-1967 fue el salto definitivo. A pesar de su comienzo con el alcohol y las mujeres, Best siguió dando lo mejor de si y rindiendo al máximo. La segunda liga caería en sus manos (esta vez con el en el campo) gracias a una ventaja de cuatro puntos sobre el segundo clasificado. Sería alineado un total de 45 ocasiones y anotaría hasta 10 goles, siendo recordados los dos ante el Liverpool (0-2) y el Hat-Trick en la penúltima jornada de liga ante el Newcastle United (6-0). El joven nacido en Belfast iba creciendo conforme pasaba el tiempo, ya incluso podía presumir de ser un peso pesado de una plantilla a la que le estaba destinada el logro más absoluto posible.

Era 1968, los 'Red Devils' estaban clasificados para la Copa de Europa y no iban a desperdiciar su oportunidad de hacer historia. Diez años hacía del deceso de 'The Busby Babys', un accidente en el que fallecieron 23 personas incluyendo periodistas y jugadores del equipo. En ese mismo avión iba 'Bobby' Charlton, el cual años más tarde contaría la tragedia como algo que recuerda con imágenes terroríficas. Sin embargo, el planteamiento ideado por esta innovación de futbolistas sería lo que daría aire a un club que quedó destrozado anímicamente. Primero se derrotó al Sarajevo por 2-1 y más tarde al Górnik Zabrze polaco para acceder a la Semifinal del torneo. Allí esperaba el Real Madrid. Sin Di Stéfano, los blancos sufrieron el gol de George en Old Trafford que bastaría para que con el 3-3 de la vuelta el Manchester United se plantara en la gran final.

Wembley a rebosar aquel 29 de mayo de 1968 en el que el Benfica de Eusébio, de nuevo, pedía revancha ante los ingleses. Recordado como el partido de las patadas de Nobby Stiles al mozambiqueño, este sería el momento en el que el fútbol británico daría el salto cualitativo definitivo. Chartlon golpearía primero en el 53' para que el mediocentro Jaime Graça pusiera las tablas en el 75' y se desatara una corriente de acometidas rojas. Primero Best, luego Brian Kidd y por último de nuevo Charlton cerrarían el cara a cara en poco menos de 10 minutos de una prórroga en la que fueron ayudados por el alma de todos aquellos luchadores que perderían la vida en el accidente aéreo de Múnich. Busby emocionado levantaba el trofeo siendo consciente de su importancia y sintiéndose orgulloso de haber hecho historia. Por su parte, George aprovecharía para continuar con su rutina de celebración: alcohol y mujeres hermosas.



Su polémica vida siguió su curso, y en 1969 no todo iría lo bien que debía. El técnico abandonó el conjunto, pero él continuó con la racha de goles (22 en 55 partidos) que le llevaba a seguir creciendo después de haber sido nombrado Balón de Oro en 1968 por sus acciones en la temporada anterior. La evolución iba llegando junto a los hábitos mal planteados que le llevaban a sufrir muchas veces bajadas muy grandes en torneos menores en los que la concentración era menor. Se alcanzaron las semifinales de la Copa de Europa, no teniendo la fortuna suficiente y cayendo ante el equipo que levantaría el trofeo, un Milan que estaría comandado por el guardameta Fabio Cudicini, el cual sería el héroe de la eliminatoria.

Varios récords llegarían próximamente, aunque no títulos importantes, ya que el Manchester United bajaría varios puestos, quedando en zonas medianas de tabla. George anotó seis goles ante el Northampton Town en la victoria por 8-2 el 7 de febrero de 1970. Kim Book, el portero titular del Northampton comentaba que 'siempre se lanzaba hacia un lado pero el hombro de Best iba hacia otro. La rotura estaba asegurada y el gol también'. Esta actuación sería elegida como la número 26 en la lista de Los 100 Mejores Momentos del Deporte.

Wilf McGuinness sería el mánager hasta mediados de 1971, sin embargo, quedaría como testigo y juzgador del 'Quinto Beatle' cuando éste faltó al entrenamiento en Stamford Bridge para mantener relaciones sexuales con la famosa actriz Sinéad Cusack. Más tarde, Fran O'Farrell tomaría las riendas del proyecto que iba desmoronándose con las salidas de tono de nuevo del jugador. Otra relación, esta vez con la Miss de Gran Bretaña: Carolyn Moore en 1971, propiciaría un escándalo al anular sus entrenos durante una semana completa en enero de aquel mismo año.



Tras estos sucesos, el gran delantero no tuvo límite y continuó haciendo lo que le venía en gana. Fuera de actividades profesionales en las que destacaba, se sentía muy frustrado por el declive que estaba experimentando su conjunto. El paso del tiempo lo llevaría a su ocaso. Sería en Loftus Road en su derrota por 3-0 ante el Queens Park Rangers cuando Best vestiría por última vez la camiseta roja, después de que hubiera rondado su cabeza durante gran parte de aquellos meses la idea de abandonar el fútbol.

Su carrera no acabaría ahí, la calidad seguiría paseándose por un total de 11 diferentes plantillas como fueron Cork Celtic (Irlanda), Los Ángeles Aztecs (Estados Unidos) en dos ocasiones, Fulham, donde volvería a un nivel razonable y polémico al ser recordado por el robo de balón a su compañero Rodney Marsh ante el Hereford United en la FA Cup; Fort Lauderdale Strikers (Estados Unidos), Hibernian (Escocia), San José Heartquakes (Estados Unidos), Motherwell (Escocia), Golden Bay (Estados Unidos), AFC Bournemouth (Inglaterra) y Tobermore United (Inglaterra) para completar la travesía de 10 años y certificar su retiro a los 38. En ninguno de los clubes se alzaría con título alguno; la leyenda se había forjado ya en un único lugar.

Después de 22 años basando su vida en 'Pubs', fama y ocio, el gran George ingresaría en el hospital Cromwell de Londres durante el 3 de octubre de 2005, lugar en el que dejaría atrás los 239 goles que ya formaban parte de la historia. Los calmantes que usó para frenar sus males al realizarse un trasplante de hígado fueron su sentencia. El 20 de noviembre, News of the World sacaría a la luz una fotografía autorizada por el propio futbolista en la cual el mensaje estaba claro, una vida de récords, de buen juego, de talento, de magia y de placer deportivo se acababa por múltiples imprudencias. Solo quedó para el recuerdo una última frase, unas palabras que siempre serán recordadas y que salieron de su interior más profundo: 'No muráis como yo'.

lunes, 23 de febrero de 2015

El partido de la discordia: El Milan de Sacchi contra el Barcelona de Pep


'La victoria quedará en los libros de historia, pero la forma de hacerse con ella permanecerá en el recuerdo de los aficionados' Arrigo Sacchi.

'Simplemente tienes la bola y la pasas. No hay mayor truco. Tengo el balón, paso el balón' Josep Guardiola.

En cada preciso instante que retomamos nuestra ruta y procedemos a hablar de fútbol algo nos invade en nuestro interior. Pensamos en este deporte jugado con los pies que tan solo consiste en dar patadas a una simple bola redonda con la finalidad de introducirla entre tres palos. Parece simple incluso si lo miramos desde la perspectiva de que tan solo hay un hombre encargado de cubrirla y 10 para defenderla. Parece sencillo hasta la facilidad con la que entran esas formas de puntuación llamadas goles junto a acrobacias o diversas obras de arte. Puede parecerlo, pero no lo es.

Aquellos años ochenta en los que la 'Quinta del Buitre' planteaba emular a los 'Yé-Yé' del 66, un equipo empezaba a rehacerse luego del nivel que se planteaba en la liga italiana. El Calcio había aumentado de nivel y el defender no era lo principal ante las bellezas que pasaban por plantillas como la Juventus, el Inter o el Nápoles. El sistema había evolucionado, el Catenaccio de Nereo Rocco pasaba a un segundo plano pero siempre manteniendo su esencia. Por suerte, un revolucionario llamado Arrigo Sacchi se encargó de cambiar el fútbol para siempre.

Miramos un encuentro cualquiera de este deporte y nos fijamos en que el que tiene la posesión es el que acaba atacando, dominando e incluso marcando. Sin embargo, este nuevo entrenador contratado por Silvio Berlusconi tenía otro concepto diferente que pasaba por la receta de la presión del 4-4-2. El conjunto se abastecía de Galli en portería, un cancerbero correcto en múltiples ocasiones y que salvaba en ciertos instantes los muebles de la infranqueable defensa. Para no ser menos, un total de 4 italianos formaban uno de los mejores cuartetos que se hayan podido ver jamás. Franco Baresi se acompañaba del enorme Costacurta en la zaga, mientras que Mauro Tassotti hacía de pareja de baile del hombre más grande que haya dado Italia: Paolo Maldini. Un muro que no dejaba paso a nadie era la salvación a los contados errores del centro del campo bañado por el mismísimo Carlo Ancelotti, Donadoni o Evani, Colombo y la estrella holandesa Frank Rijkaard. Solo con esto ya se podía prever que lo que saliera en cada jugada iba a ser pura dinamita. Pero, evidentemente, sin unos buenos rematadores arriba, la cosa pintaría mal. Nada más y nada menos que Ruud Gullit y Marco van Basten se hacían cargo de la ofensiva a la contra. El originario de Surinam (cuya biografía está repasada en este blog) tenía un rol muy difícil de llevar a cabo, ya que se encargaba de organizar la salida del esférico de tres cuartos hacia delante o bien de romper las líneas con disparos o pases medidos. Por su parte, el delantero era el dueño y señor del gol en el conjunto. Imaginando cada jugada y sabiendo leerla a la perfección, Marco se proclamó en tres ocasiones Balón de Oro, siendo una de ellas nombrado en el podio junto a sus dos compañeros holandeses.


Con los ingredientes preparados, Sacchi tocó techo a principios de los noventa al ganar la Copa de Europa dos veces consecutivas (convirtiéndose en el último en hacerlo hasta hoy) con un equipo en el que los originarios de Holanda ya habían conquistado una Eurocopa el pasado año, matiz que se repetiría años más tarde con otra generación de futbolistas, ahora, originarios de España.

Pep Guardiola había pasado la mayoría de su carrera en el F.C. Barcelona, gran parte de ella entre entrenadores como Van Gaal o Robson, pero había uno en concreto que significaba todo para él, había un hombre llamado Johan Cruyff. Si tratábamos antes el tema de Arrigo como visionario, debemos remontarnos años atrás para ver como evoluciona Johan en cuanto a su percepción del juego. Rinus Michels creó un nuevo planteamiento del juego conocido años más tarde como 'fútbol total', un sistema con el que Países Bajos alcanzó la final del Mundial de Alemania, con el que el Ajax conquistó tres Copas de Europa consecutivas (dos de ellas con Stefan Kovács) y basado en una movilidad perfecta de todos y cada uno de los jugadores alineados para llegar al objetivo de recuperar el balón. No era extraño ver como futbolistas acostumbrados a atacar bajaban a defender o vicerversa, creando de esta forma un clima perfecto entre la complicidad y el movimiento de pelota.

Llegando Cruyff con estas ideas, alineó a un joven Guardiola que comenzó a evolucionar prematuramente en uno de los mejores centro-campistas del país. Acabada su carrera decidió dedicarse de nuevo al club de sus amores luego de haber pasado por diversos países como fueron Italia, Qatar o México en cuanto a últimas aventuras profesionales se refiere. Desde su llegada la apuesta por 'La Masía' se mantuvo firme y, junto a los pocos futbolistas ya afianzados del primer equipo, trajo de la cantera a unos chicos que, según él, 'eran el futuro del fútbol moderno'. Aquellos adolescentes tenían entre 18 y 19 años y se vestían de nombres no conocidos hasta ese momento, como: Leo Messi, Gerard Piqué, Sergio Busquets, Pedro, Iniesta, etc... Todos absolutamente todos salidos de la cantera más prodigiosa que haya dado un país.


Estos prodigios se acompañaban de algunos más veteranos como era el caso de un Ronaldinho que comenzaba a decaer desde la salida de Rijkaard y su polémico aumento de peso, un Xavi Hernández que empezaba a dirigir la orquesta en cada partido con el permiso de un Deco que iba por el camino de la veteranidad y, por supuesto, un Carles Puyol que llevaba ya sus años entre la zaga maldita blaugrana. Entre salidas y entradas, el equipo llegó a disfrutar de delanteros puros y anotadores como Samuel Eto'o y Thierry Henry o incluso de magos que llevaban la contraria a todo el vestuario como Zlatan Ibrahimovic. Era complicado imaginarse algo tan bello sin ganar ni un solo título cuando se acababa de fichar al lateral derecho con mayor producción del mundo: Daniel Alves, un chico brasileño llegado desde Sevilla que perfectamente hubiera podido vestir de blanco si su compañero Sergio Ramos no hubiera dejado sin aliento a la grada del Pizjuán con aquel gol a Casillas que lo llevaría al Real Madrid.

El panorama fue tal y como se preveía, los trofeos caían como si de la sencillez más perfecta se tratara. El pequeño Lionel Messi exhibía su calidad por todos los estadios de una Europa asombrada por el fútbol perfecto de posesión que practicaba aquel equipo. El Barcelona, todo lo contrario al Milan, dependía de su posesión, viéndose obligado a tener que inventar algo innovador para cambiar el transcurso de los partidos y poder crear la superioridad numérica necesaria para mover el esférico con tranquilidad y precisión. Desde ese instante, los centrales comenzaron a subir para recibir la pelota como apoyo de la medular. Era común ver a Xavi o a Iniesta retrasando el juego hacia sus zagueros y más tarde rompiendo líneas cuando se había visto un hueco que siempre encontrado por estos dos magos. Además, el nuevo rol de Busquets al internarse entre el centro del campo con la finalidad de recuperar la posesión y de distribuirla, construyó algo imparable solo frenado por aquel Inter de Mourinho en 'La noche de los aspersores del Camp Nou'.

Tanto en 2009 como en 2011 se levantó la UEFA Champions League junto al logro de ser el único club en lograr 6 trofeos en un año natural, sumándose a esto la causa de las tres Ligas consecutivas y las dos Copas del Rey alternas. El equipo más desequilibrante del Siglo XXI había salido ya a relucir a comienzos de éste, no dando opción a repetir una perfección así.


Por el gran lío de datos, por su juego, por la emoción que daría este hipotético enfrentamiento y por millones de matices más, desde el punto de vista de los sabedores de este magnífico deporte, el Milan de Sacchi contra el Barcelona de Guardiola sería el mejor cara a cara del que podríamos disfrutar jamás.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Los Leones de Lisboa

'El mejor lugar para defender es el área contraria'. Jock Stein.

La obra maestra de Jock Stein comenzaba a tomar forma, los Murdoch, Johnstone y Lennox se reafirmaban en cada partido y la recompensa debía llegar en poco tiempo. Corriendo años grandiosos, el Celtic de Glasgow ganaba la liga escocesa en su primera temporada al completo del técnico no católico (primero en la historia del club). Gracias a este indicio, el equipo británico emprendería una travesía que estaría llena de gran juego y calidad, una travesía llamada Copa de Europa.

Con el Madrid 'yé-yé' de líder absoluto tras conquistar el campeonato la campaña anterior, los demás equipos trataban de reforzar sus filas con ciertos jugadores que dejaran buenas pinceladas y que finalizaran ocasiones en ataque que en su mayoría eran intervenidas por los grandes guarda-metas del momento en el viejo continente. Al ser clasificado de manera normal, es decir, habiendo ganado la liga de su país, el Celtic tuvo que jugar la ronda de Dieciseisavos, cosa por la que los blancos no tuvieron que pasar. El rival fue el Zürich suizo, que acabó siendo empañado por un magnífico global de 8-0 que certificaba el pase a Octavos. Enfrentamientos que serían todo un trámite con un doble 3-1 para volar directos a los Cuartos de Final donde esperaría el FK Vojvodina.

La historia quiso ser caprichosa y adelantó en la ida a los yugoslavos con un gol que solucionaría en Escocia el ataque imparable que se vio combinado con la suerte de que Billy McNeill, el capitán, anotara en el último suspiro del encuentro reconociendo la dureza del cara a cara ante los del Este de Europa. Más tarde, el viaje continuó hacia la República Checa, donde el Dukla Praha no sería problema alguno gracias a un buen planteamiento que les dio el 3-1 en la ida y que ayudó al 0-0 en casa de sus rivales. Pero antes de tirar los cohetes quedaba algo mucho más duro, quedaba uno de los huesos que ningún perro quería roer. Capaz de eliminar al mismísimo Real Madrid, el Inter de Milán se plantaba en la final del trofeo europeo habiendo derrotado al Cerveno Zname (más tarde conocido como CSKA Sofía) en Semifinales pasando por un tercer partido de prórroga en el que los de Helenio Herrera ganaron por 1-0.



Finalmente la suerte estaba echada, era 25 de Mayo de 1967 en el Estadio Nacional de Lisboa y ante 56.000 espectadores se iba a dictar la sentencia de uno de los mejores conjuntos de la historia a causa de la falta del Balón de Oro de hacía 7 años, Luis Suárez Miramontes. Desgraciadamente las lesiones terminaron con la perla española y le impidieron el jugar esta batalla que será recordada por muchas cosas y jamás por un detalle suyo como en las anteriores finales jugadas y ganadas. Olvidada su baja solo se podía mirar hacia adelante, pensando que con los grandes jugadores que había en las filas italianas todo sería posible. Formaban los Sarti, Guarnieri, Fachetti, Domenghini, Bicili y por supuesto el gran Sandro Mazzola que estaría atareado durante toda la tarde intentando tirar de un ataque que flaqueaba en ciertos puntos. Por otra parte, los de Glasgow no movían ficha alguna, la solidez de su capitán Billy Mcneill estaba asegurada junto a otros tres grandes defensas: Kim Craig, John Clark y el más tarde conocido, Tommy Gemmell. Todos formaban una línea imparable que entrando en contacto con 'Bobby' Murdoch y Bertie Auld ayudaban a la salida de balón para combinar con Robert Lennox o 'Jimmy' Johnstone, los principales estandartes de las bandas.

Con todo preparado, el colegiado Kurt Tschenscher daba comienzo a un encuentro que empezaría a dar coletazos de contras muy seguidas y de idas y vueltas constantes por parte de ambas plantillas. Así se mantuvo hasta que en el minuto 6 un penalti fue cometido por infracción clara de los centrales de Parkhead, terminando en el 1-0 con un disparo raso a la derecha de Ronnie Simpson que saldría de las botas de Mazzola. A raíz de ese instante todo dio un vuelco que afortunadamente no fue para mal. Los de Stein empezaron a atacar sin cesar ni un segundo y la salida de los Neazzurri se volvía cada vez más difícil provocando gran cantidad de balones retrocedidos a un enorme Giuliano Sarti que paró todo lo que le tiraron, siendo éste el mejor de todo su equipo. Corso fallaba en la entrega, Sandro tenía que salir sin apoyos, y la banda de Johnstone era la preferida para profundizar o servir de alternancia al juego por el centro que Wallace entendía a la perfección.

De esta forma acababa la primera mitad, con una superioridad pasmosa que se vería reflejada en los compases iniciales del segundo período en el que poco tardaron los escoceses en tener de cara una falta indirecta dentro del área que acabaría en un gol sacado por la defensa y por lo tanto no contando en el marcador. La misma copla se repetía, el baño de fútbol estaba claro, y a pesar de que los Beneamata quisieran arrancar su cabalgada hacia la zona contraria, la jugada siempre acababa en una aproximación del rival. La perseverancia dio sus frutos, y después de tanto insistir, una llegada de segunda línea de Tommy Gemmell ponía el empate con un zapatazo cruzado que fue imparable para el cancerbero. Todo empezaba a tomar forma, las arrancadas de Domenghini dieron algo que profundidad a un Inter totalmente muerto que se veía en las arcas del Celtic. Así se llegó al minuto clave, el 84', momento en el que Stevie Chalmers quiso hacerse un hueco en la historia con un disparo cruzado raso medido a la izquierda de Sarti que poco pudo hacer mas que mirar como se le escapaba el trofeo. Solo quedaba ya el hacer tiempo ante la pasividad defensiva de los de Helenio Herrera, los cuales se vieron apresurados para sacar adelante algo que estaba terminado desde hacía tiempo, no por ventaja, sino por calidad.



Era de esta forma como todo terminaba, los intensos 90 minutos eran interrumpidos por la entrada de aficionados y periodistas que deseaban más que cualquier cosa el obtener algo que merecían, porque la profecía se abría. Un año después del Mundial de Inglaterra 66, un conjunto inglés ganaba el primer título continental para las islas, no siendo éste uno cualquiera, sino el Celtic de Glasgow.






miércoles, 12 de noviembre de 2014

La Brasil de los 'Cinco Dieces'

'Fuimos la única selección en cometer un error como este, colocar cinco números '10' en el campo, pero también la única que triunfó con ello' Jair Ventura Filo 'Jairzinho'.

Sin palabras se quedaban los espectadores con aquel gol de Maradona en 1986, los mismos que habían presenciado 16 años antes el mejor Mundial de fútbol jamás visto. Era 1970 y el rol de equipo pasó a llamarse y tratarse como 'Powerfootball', tras la gran brecha que había dejado Inglaterra en el 66. Brasil que había fracasado en tierras inglesas vivía una dura dictadura que fue declarada casi como una revolución por parte de Joao Saldanha, el cual sería destituido por declarar que Pelé no iría al campeonato debido a una miopía y lesiones de cadera, a esto se debió entonces la aparición como seleccionador Mario Zagallo, el exjugador de la selección y ganador de las Copas del Mundo de 1958 y 1962, quedando todo un mundo por delante aún. 'La Canarinha' quiso prepararse de manera perfecta para llegar con la mejor condición a la competición, dejando nada más que un millón de dolares en preparación física que serían probablemente la inversión más rentable de los últimos años.

Así y con poco más de 20 jugadores se llegaba a Junio de 1970. Es cierto que eran 20, sí, pero no jugadores cualquiera, sino estrellas del mayor nivel posible. Era 3 del caluroso mes de Junio en la también sofocante ciudad de Guadalajara, cuando el Estadio Jalisco se ponía en pie para presenciar un partido a la altura de los dioses. Formaban por parte de Brasil los ya conocidos Pelé, Jairzinho, Tostao, Gerson y Rivelino, pero el caso era como lo hacían. Solo la mitad del equipo de campo se centraba en crear y adornar, en hilar y deshilar, en dar y devolver, en embellecer y deslumbrar, solo esa mitad, porque la otra se encargaría de dar lo mejor de si en otras posiciones más retrasadas y prevenir así contraataques duros como el que sufriría en el minuto 11' de aquel enfrentamiento ante Checoslovaquia en el que Petras se luciría los primeros instantes. Hacía falta casta y mucha, no era suficiente el bordar el esquema además de la representación, esto solo ocurría cada 4 años y los brasileños lo sabían. Fue entonces cuando en una falta al borde del área, Rivelino anotaría el 1-1, a partir de ahí el encuentro terminaría por romperse y hacerse de los sudamericanos que con uno de Pelé y dos de Jair, dejaban el 4-1 para los restos.

Bien distinto se presentaba la segunda cita de los hombres de Zagallo, cuyo rival era la Inglaterra recién campeona del mundo 4 años antes. Llegaba el momento de demostrar las diferencias entre el fútbol de fuerza y la calidad. Con la ya famosa expresión ya sabida de: 'Más vale maña que fuerza', saltaban los internacionales aquella mañana del 7 de Junio al Jalisco para decidir cual de los dos se mediría a Alemania en la siguiente fase. Como era de esperar, la técnica de los 5 de arriba se dejaba notar cada minuto, dominio era la mejor palabra para describir un partido en el que los ingleses dieron muchas patadas y se encararon varias veces con el rival. Pero entre tanto, Jairzinho tira una carrera inmensa por la banda y tras ella, manda a Pelé un pase de auténtico '10', se eleva por encima del central y cabecea picado a la portería que defendía Gordon Banks, éste adivina la trayectoria y saca en la línea de gol el esférico, dándole rosca para que saliera despedido por encima del larguero. La mejor parada de la historia había tenido lugar. Precisamente no sería ese el tanto de la victoria, no solo por la gran intervención, sino porque la vida caprichosa había querido que Jair Ventura marcara el 1-0 en el 56', dejando de esta manera a su país en la siguiente ronda si conseguían ganar a Rumanía, victoria que acabaría por certificarse por un corto 3-2 con dos goles de 'O'Rei' y uno de él.



Finalizada una intensa fase de grupos, el día 14 tendría lugar el enfrentamiento ante la Perú de Didí, el cual se había encargado de formar un conjunto ofensivo al cien por cien y totalmente descuidado atrás. Dos equipos que no sabían defender se limitaron a atacar, primero golpearon Rivelino y Tostao, más tarde Gallardo recortaría distancias. El asedio a ambos marcos era inevitable, Felix tuvo la tarde de mayor trabajo hasta aquel momento en esta Copa, y esto se vería recompensado con los goles de Tostao de nuevo y Jair, tantos que hicieron que no se notara el de Cubillas que ponía el 4-2. El Estadio y el país tenían un nuevo amor, su nombre estaba claro, pero aún se tenía que justificar como rey.

Y menuda prueba le esperaba, Uruguay que había sufrido ante la Unión Soviética, a la cual le ganó en la prórroga, llegaba para medirse al 'Jogo Bonito' el 17 de Junio. Una Brasil totalmente expuesta se dejó intimidar por las estrategias de palabra de los uruguayos, ya enseñados y encargados de recordar el 'Maracanazo' sufrido 20 años antes en Río de Janeiro. Patadas y más patadas llovieron aquel día en el Jalisco, y coincidencia o no, no hubo ningún expulsado por parte del árbitro español José María Ortiz, el cual declaraba años más tarde que 'se jugó un partido con dureza, no con agresividad', algo cuestionado por muchos periodistas y entendidos del deporte a día de hoy, pero no replicado en aquella fecha. Ante la desesperación, Cubilla ponía el 0-1 y el miedo escénico empezaba a surgir en una selección que venía bordando cada minuto de la competición. Por suerte, había algo escondido en el campo, una técnica aplicada por el seleccionador Juan Hohberg que consistía en marcar al hombre a todo jugador de medio-centro para arriba, Rivelino, que vio este planteamiento, ordenó al pivote Clodoaldo adelantar su posición en una única jugada en la que él se quedaría en la posición defensiva. Clodoaldo subía, al mismo tiempo que nadie le hacía ni el más mínimo caso, así hasta llegar a la portería con un pase desde la banda que fusilaría a Mazurkiewicz y pondría las tablas. A raíz de esto todo fueron sonrisas, Jair hacía el 2-1 y más tarde, Rivelino el tercero a pocos minutos de que se apurara el tiempo reglamentario, 'La Verde-amarela' se dejaba notar en una de sus mejores exhibiciones, e Italia esperaba en la gran final.

El sol caía y volvía a caer, los finalistas se aproximaban en su autobús pensando en como iba a ser la mayor fiesta del fútbol y de quien caería la fortuna de la victoria; eso era lo que pensaban los futbolistas, todos menos Pelé. Con 3 mundiales a sus espaldas y dos de ellos en su bolsillo es posible pensar que un jugador de tal talla no sentía presión alguna, rotunda equivocación de todo el que se le ocurrió tal especulación, el internacional de 30 años rompía a llorar a pocos minutos del comienzo por un ataque de nervios que sufrió. Las alineaciones formaban en el precioso Estadio Azteca en Ciudad de México, toda la carne puesta en el asador para explotar en esta cita, y poco se tardó en encontrar el fallo, los italianos marcaban hombre a hombre individualmente, cosa que Jair detectó y comentó a Pelé, éste tras un saque de banda se intercambió de posición con su compañero, creando una confusión rotunda en la zaga rival, Edson cabeceaba, y esta vez Banks no le quitaría su gol, el 1-0 subía al electrónico. Pero si un despiste le costó a los de la 'Isla de la Bota' el primer gol de la final, otro le costaría a los de Zagallo el empate por parte de Boninsegna que remataba solo sin poder impedir la entrada del balón el portero Felix. El descanso marcaba pautas y tras 20 minutos de segunda mitad, Gerson hacía el 2-1 con un disparo seco que destrozó la red y que se combinaría con el 3-1 que Jairzinho adjudicaba en el 71', junto al récord de anotar en todos y cada uno de los encuentros sin fallar en ninguno. Así solo quedaba el sufrimiento de Italia, que a pesar de poseer a Mazzola y Riva en su once no pudo hacer nada más que ver como caía el cuarto después de que el fútbol se viera sometido a la calidad de una combinación que acabaría en el trallazo imparable de Carlos Alberto y la tercera Copa en propiedad de Brasil.



Tal vez fuera por las lágrimas del rey del fútbol previas a entrar al estadio, tal vez fuera porque cinco magos bajaran para hacer frente al mundo, tal vez fuera por mil cosas, pero seguro que ninguna se podría enumerar con una expresión de '10', una expresión que ellos multiplicaban por 5.


sábado, 11 de octubre de 2014

La Dinamarca de Suecia 92

'Estábamos de vacaciones cuando recibimos una llamada, el mensaje era claro, 'Ven y da lo mejor que tengas' Brian Laudrup.

Normalmente, la misma vida te da una de cal y otra de arena, pero solo a veces la suerte te acompaña y el azar puede significar un antes y un después en el transcurso de ésta. Yugoslavia tenía un equipo con estrellas carburando a más no poder, los Mijatovic, Miahjlovic, Prosinecki y demás llegaban a la Euro del 92 de la mejor forma posible, pero algo se interpuso en su camino, las guerras sufridas en el Este de Europa le impidieron participar, con lo cual una plaza se quedaba bacante.

Möller-Nielsen ocupaba el puesto de seleccionador danés, equipo que había sido designado como sustituto de Yugoslavia y que tenía a todos sus jugadores repartidos por todo tipo de paraísos habidos y por haber. Solo había que coger el teléfono y darles lo que para algunos fue el final de sus vacaciones, algo que se convirtió en lo mejor de sus vidas. Brian Laudrup, Peter Schmeichel, y muchos más tomarían las riendas de un conjunto que no estaba formado ni mucho menos por jugadores de calidad o de peso en el fútbol internacional, caso semejante pudo ser el de Henrik Larsen, un jugador no muy conocido que pasó de repartir el juego en la liga danesa a dar un título a su país, un título que tiene su historia.


La cenicienta hacía su puesta en escena, la poca adaptación a la que se vio sometida este equipo pudo justificar lo ocurrido el 11 de Junio, el día de su debut en el Malmö Stadion ante la Inglaterra de Alan Smith, Gary Lineker y un joven pero experto Alan Shearer que terminaría haciendo historia en la 'Premier League' años más tarde. Sin rodaje y sin entendimiento alguno, Dinamarca empataba 0-0 y parecía que lo esperado es lo que estaba pasando, son los más débiles. Tan solo tres días después, Suecia, la anfitriona era el rival a batir y no fue nada fácil parar a Martin Dhalin y Tomas Brolin, el segundo anotaría el único tanto del encuentro en el minuto 58', el 1-0 tenía un significado claro, si querían llegar lejos, algo había que hacer.

Largas charlas y ajustes técnicos se resumieron en algo que debía de suceder ganaran o no a Francia, Suecia tenía que tumbar a Inglaterra si o si. Ambos partidos se jugaron el 17 de Junio a las 20:15, todos dependían de si mismos para pasar, todos menos Dinamarca. La plaza prendía de un hilo pero el ganar regalaba una cuerda más a la que agarrarse, una opción que no pasó desapercibida en absoluto. Möller-Nielsen tenía claro lo que había que hacer, y pidió a su equipo salir y dar una buena imagen sin olvidar que ganando podían optar a algo remoto pero existente, Larsen adelantaba en el minuto 8' y el sueño parecía posible hasta que Papin puso las tablas en el 60', como se podía parar eso, para colmo, Suecia e Inglaterra empataban a uno y el ganador se llevaría el gato al agua y también a los daneses. De nombre Lars y de apellido Elstrup, había entrado en el 66', ponía el 1-2 tan solo 12 minutos después. Pero en la vida como en todo, solo a veces la suerte te acompaña, y así fue: Brolin que había anotado el gol de la victoria ante Dinamarca, marcaba el 2-1 en el 82' y los suecos se quedaban como líderes. Sin saber nada en absoluto, los Laudrup y compañía seguían intentando mantener lo conseguido hasta que el australiano Hubert Forstinger dictara la sentencia. El pitido lo decía todo, el milagro se cumplía y aquella cuerda se hacía de hierro, tal y como la moral de estos once jugadores que iban lanzados hacia la gloria.


Si no era tarea fácil el pasar por encima de Francia y jugarle un 'Póker' a la mismísima Inglaterra, derrotar a Holanda era casi un milagro. Rinus Michels reunía a toda una patria de estrellas, solo había que mirar a Gullit, van Basten y Rijkaard para darse cuenta de que Denis Bergkamp, Ronald Koeman y Hans van Breukelen podían pasar desapercibidos. No era casualidad que se dieran de claros favoritos, el '5-0' se veía fácil, es cierto, se veía, pero no se daba. Los daneses salieron a machacar a su rival, y a tan solo 5 minutos del pitido inicial, Henrik Larsen situaba el 0-1 en el marcador, algo que duró hasta que Bergkamp en el 23' empataba para la 'Naranja'. Poco tardó en reaccionar Larsen que de nuevo adelantaba a su equipo en el 33', ventaja que se mantuvo todo el encuentro tanto en números como en juego, pero que Dinamarca sucumbió cuando Frank Rijkaard empataba en el 86'. La prórroga se veía sin ritmo y los penalties eran la mejor solución a este lío en el que se habían metido los de Michels, que aunque nadie sabe el por qué, Schmeichel tuvo la fortuna de terminar salvando el segundo penalti lanzado por el Balón de Oro de aquel año, Marco van Basten. Gracias a esto conseguía el pase a la flamante final del 26 de Junio.

Un gol 'in extremis' de Karlheinz Riedle ante Suecia metía a los campeones del Mundial de 1990 en la final. El excentral Berti Vogts era el seleccionador alemán que de la mano de Effenberg y Klinsmann dirigía una Alemania capaz de todo y más. La fuerza de los de Nielsen era grande, muy grande, tanto como para salir convencidos de que hicieran lo que hicieran su vida había cambiado por completo y la buena imagen tenía que ir por delante de todo, recordando al encuentro ante Francia, lo primordial era disfrutar de lo que habían hecho. Y menuda forma de disfrutar, las amarillas llovían para los germanos y los goles también, Jensen en el 18' y Vilfort en el 78' hacían lo que para muchos fue culminar la magia de los mejores 15 días del Norte de Europa.

Si, la vida es el azar, pero nada quita que la magia inigualable y la suerte llevó a estos 23 hombres a derrumbar los cánones de la historia en los que los grandes ganan y los pequeños solo sucumben ante ellos. Pequeños eran y la Eurocopa fue suya, sencillamente por simpleza, sencillamente por naturalidad, sencillamente por calidad.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Aquel 22 de Junio del Azteca

"La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona. Lo marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, puede tocar para Burruchaga. ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! (...) ¡Golaaaaaazo! ¡Quiero llorar!'' Víctor Hugo Morales (Narrador del partido).

Pintaba el sol artificial del Azteca,  aquel gran estandarte que cuelga de los techos del estadio, capaces de atraer al mismísimo dios, dios que ese día bajo para dar una pequeña pincelada al mundo del fútbol. Eran Cuartos de Final del Mundial de México y las alineaciones se cantaban solas, como destacados por parte de Argentina se daban a: Maradona, Jorge Valdano, Jorge Burruchaga y Héctor Enrique. Carlos Bilardo alineó aquella tarde un 11 irrepetible en muchos aspectos pero Bobby Robson consiguió hacerle frente de sobra, la calidad de los Lineker, Hodge o incluso Beardsley daban todo lo necesario a este conjunto que se defendía bajo palos con el gran Peter Shilton. 


Una primera parte que estuvo marcada por tímidas llegadas a ambos marcos, con una Argentina un tanto superior e Inglaterra planteando el juego a través de la posesión. Por supuesto se destaca el desborde de los argentinos en el que busca sobretodo a Enrique y a Giusti para poder entrar en contacto con Valdano y Maradona. Como ocasiones más claras, se hace inca-pié en 3 intervenciones del 'Pive de Oro', la más interesante es la falta que lanza llorando por rozar el palo. Pero algo que pudo preocupar su condición en la segunda parte fue un codazo recibido al borde del área, acción en la cual quedó tumbado en el suelo durante un par de minutos. Simples especulaciones, la segunda parte sería algo increíblemente irrepetible para cualquier jugador.





Un descanso en el que se pudieron decidir cambios, tácticas y aportar algo de moral para los jugadores, moral que Diego tenía ese día justo al lado del 'Olimpo de los dioses'. Un comienzo brillante, 10 minutos que sirvieron para bordar el dorsal costura a costura de toda una bendición. Carreras, llegadas y aproximaciones peligrosas que terminaron en una combinación en el borde del área en el minuto 51', Maradona tocaba y se iba, el centro rebotaba en el defensa y 'La Mano de Dios' hacía el resto. El tanto más polémico de la historia de nuestro deporte se hacía valer, hasta los propios comentaristas reconocieron la invalidez del gol. ¿Y entonces, cómo limpiar esta mala fama? ¿Ganar el mundial era suficiente? Primero había que ganar este partido, y que mejor que con una obra de arte que se salga de los cánones de la realidad.


Merece capítulo aparte, libros, dedicatorias e incluso enciclopedias analizar el mejor gol del Siglo XX, un gol que todavía hoy se considera el mejor de la historia. Se marcan pautas, la primera la forma en la que la defensa saca el balón, y la segunda, la manera en la que Diego se gira en el primer regate, dribla a uno, dos, tres, cuatro y como plato final el portero, dejando al mundo entero con el suspiro en el aire, con una parada en la historia, haciendo pensar que tal vez 'Pelé' fue grande, pero él era un gigante, fue algo que solo él y el fútbol entenderán y guardarán en su corazón.





Pasado el gol, los sudamericanos bajaron demasiado el nivel, tanto que 'Los Creadores del Fútbol' llegaban cuando y como querían. En el 81' Gary Lineker anota el 2-1 y el sueño parecía desvanecerse, ya que de nuevo en el 88' se quedaba solo y fallaba una ocasión cantada por muchos como el empate. Ese día no era el suyo.


Ese día y no tan solo ese, todos los demás de aquel precioso mundial fueron de los argentinos, pero en especial del más grande e imparable 'Genio' que ha pisado el césped del precioso Azteca de México, un estadio que ha sido testigo de dos campeones y de una rivalidad legendaria, 'Pelé' y Maradona, en 1970 y 1986 respectivamente, ambos casualmente recordados por dos goles, dos obras de arte, dos fenómenos que pueden acabar haciéndote llorar.

jueves, 11 de septiembre de 2014

La primera gesta de Van Gaal

Uno de los estandartes del fútbol holandés puede ser el PSV o el Feyenoord, pero actualmente el dominador es el equipo de la capital, el Ajax de Ámsterdam. Un equipo forjado por cantera, creador de un estilo inimitable con el gran Cruyff y comandado por un visionario llamado Rinus Michels se mantuvo en la cima del viejo continente tras conseguir la friolera de 3 Copas de Europa consecutivas durante principios de los 70. La marcha de sus estrellas y la aparición de nuevos jugadores con mayor calidad terminó por dejarlo un tanto desaparecido en lo que a competiciones internacionales se refiere. Pero llegó finalmente 1991 y un entrenador debutante se hacía cargo del conjunto, imprimió un estilo clave, tres centrales y cuatro jugadores en el centro del campo, lo que le aportaba gran defensa y verticalidad al mismo tiempo.



Tras tres años de preparación, en la temporada 1994/1995, consiguió un equipo totalmente polivalente que reunía tanto veteranos como debutantes. Ya superadas las 2 fases de grupos en aquella campaña, el Hajduk Split fue un plato sencillo para los de Van Gaal, que terminaron superándoles por 3-0 en los Cuartos de Final. Su rival en semifinales era el gran Bayern de Munich de Matthäus, Kahn, Papin... Una plantilla inmensa de grandes futbolistas, que fueron superados por un contundente 5-2 en el Amsterdam Arena.

La final se jugaría en el Ernst Happel de Viena, el rival sería el todopoderoso Milan de Capello que había perdido a sus tres estandartes, los tres precisamente holandeses, Gullit, Van Basten y Rijkaard, este último formaría parte del once rival aquel día. Un once que se podía cantar y recitar de memoria porque incluía a profesionales que serían titulares en cualquier equipo del mundo, formaron: Van der Sar; Danny Blind, Frank de Boer, Michael Reiziger; Edgar Davids, Clarence Seedorf, Frank Rijkaard (éste metido entre los centrales cuando había que recular en defensa), Jari Litmanen; Finidi George, Marc Overmars y Ronald de Boer como falso nueve. 



El encuentro estuvo marcado por un ritmo muy bajo durante la primera mitad en la que los italianos se centraron en mandar balones a sus delanteros Marco Simone y Daniele Massaro con un resultado más que nulo. El Ajax supo defender bien y en la segunda parte acertó con los cambios, entró en el 54' Nwankwo Kanu, un joven jugador de 18 años que se echó el equipo a sus espaldas con la ayuda de Patrick Kluivert, otro joven de la misma edad. Casualidad sea o no que el gol fuera suyo, tras una gran combinación al borde del área con Frank Rijkaard, quedó solo y anotó en el minuto 85' el que sería el gol que valdría el trofeo, y precisamente el gol que le haría convertirse en el jugador más joven en marcar en una final con tan solo 18 años y 323 días.

Van Gaal tocaba techo, y tras dos años mas, se marcharía al F.C. Barcelona en 1997, dónde cambiaría el esquema de aquellos tres centrales, esquema que volvería en este Mundial 2014 y en el nuevo proyecto del Manchester United, en el que seguro terminará triunfando.

Saludos, que pasen un buen día.